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22, septiembre 2020

The Social Dilemma: el nuevo documental de Netflix que te indigesta la comida

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Un artículo de Onion Studio

(The Social) Dilema:
1. m. Situación en la que es necesario elegir entre dos opciones igualmente buenas o malas.

¿Cuál es el dilema social? Elegir entre dos opciones igualmente buenas o malas no parece el caso. The social dilemma, el último documental de Netflix nos pone delante de la nariz una realidad que todos sospechamos y pocos queremos ver: las redes sociales son un problema.

A lo largo de los noventa minutos que dura la cinta, se intercala la historia ficcional de una familia cuya vida se ve trastornada por el uso de los dispositivos móviles con entrevistas de diferentes expertos y otras figuras de autoridad en temas tecnológicos. Y no hablamos sólo de sociólogos o profesores de universidad (que también los hay): los protagonistas de The social dilemma son los diseñadores y desarrolladores de las mismas redes sociales que se denuncian en la película.

el documental the social dilemma desentraña los peligros de las redes sociales

Si todavía no has visto la película, te recomendamos que le eches un vistazo antes de seguir leyendo. A partir de aquí, hay spoilers.

Un momento, ¿existen los spoilers en un documental? Porque se supone que los documentales son expositivos y no ficcionales: nos presentan realidades que no necesitan de nuestro conocimiento para existir.

Lo que da miedo de The social dilemma es que las realidades que nos presenta no residen en un rincón de la sabana. No estamos aprendiendo hechos fascinantes sobre las manadas de gacelas. Estamos aprendiendo cosas profundamente preocupantes sobre algo que está intrincado en todas nuestras vidas. Cuando una empieza a ver el documental, los primeros minutos pueden inducir a pensar que la cinta versa sobre el impacto que las redes sociales han causado en el tejido social y en las vidas individuales de cada uno de nosotros. Pero lo cierto es que, este aspecto que podríamos llamar “externo” es sólo una pequeña parte de lo que plantea The social dilemma.

A lo largo de la última década, hemos escuchado una y otra vez que la “cultura de las redes sociales” es un reflejo de la sociedad, mientras que, lo que plantea el documental, es precisamente lo contrario. Las redes sociales están moldeando a la sociedad a su antojo porque el diseño de dichas plataformas no es inocuo ni casual. A lo largo de la cinta, los entrevistados cuentan sus diferentes experiencias con las diferentes compañías y empresas responsables de la existencia de Facebook, Instagram, Pinterest y toda otra serie de redes sociales. Cada uno de ellos incorpora matices en sus historias que personalizan los testimonios, pero uno de los aspectos que resaltan inmediatamente es lo preocupantemente similares que son todas las experiencias de los entrevistados.

Todos tienen en común varias cosas: primero, que todos fueron despedidos o dimitieron después de darse cuenta de los peligros que presentaban los diseños de las plataformas en las que trabajaban. Segundo, que todos hacen un análisis bastante similar de la situación, de cómo hemos llegado hasta aquí y de hacia dónde nos dirigimos. Con respecto a este último punto,  el mensaje con el que parece que quieren que nos quedemos es muy sencillo y nada novedoso: cuando una empresa ofrece el uso de un producto de forma gratuita, el producto eres tú.

Es extraordinario cómo una verdad tan sencilla nos ha pasado tan por encima. En serio: ¿en qué momento nos hemos parado a pensar en por qué son gratis las redes sociales?

En ninguno, la verdad. Llegará un momento en el que esta deplorable falta de curiosidad nos parezca inexplicable. Internet llegó a nuestras vidas, y era gratis. Y el correo electrónico llegó a nuestras vidas, y aquello también era gratis. Y lo cierto es que, como sociedad, no nos hemos cuestionado mucho por qué el uso de una tecnología tan sofisticada y que cuesta tanto financiar nos es “regalada” por las empresas que la desarrollan. The social dilemma nos explica lo obvio: nada es gratis. Simplemente estamos pagando el precio sin saberlo.

Hace unas semanas os hablamos acerca de las dificultades de financiación a las que se enfrenta Twitter en los últimos tiempos. También os hemos contado lo básico sobre el lío en el que está Tik Tok. Como ya dijimos en aquellos artículos, todo lo que hay dentro de la red que llamamos Internet está influenciado por lo que hay fuera de ella. Las redes sociales no existen y punto: son productos consumibles, pensados como herramientas de negocios, (y no precisamente para nosotros).

Lo que da más miedo de The social dilemma es que no se trata de teorizaciones abstractas sobre qué puede estar pasando entre los usuarios y las compañías.

Los testimonios son incontestables porque la gente que nos cuenta la verdad de la milanesa son los que cocinaron la milanesa. Es más: son los que se inventaron el concepto de la milanesa. Detrás de cada red social hay algo en lo que todavía pensamos en términos de futurismo: Inteligencia Artificial. Stanley Kubrick nos contó que la IA iban a ser robots hiperrealistas, y ahora nos cuesta trabajo imaginar que, en realidad, la IA es un algoritmo. Un algoritmo cuya única misión es hacernos pasar la mayor cantidad de tiempo posible con la nariz enterrada en la pantalla. Un algoritmo que, además, nadie sabe cómo funciona.

“Las redes sociales enganchan”

Después de ver The social dilemma, no podremos volver a decir esa frase sin ser conscientes de que es un mero eufemismo. Las redes sociales no enganchan; las redes sociales nos utilizan. En los equipos de desarrollo no hay sólo programadores y diseñadores, hay psicólogos y antropólogos que se encargan de que los mecanismos de “enganche” sean trampas insalvables.

Nosotros no somos los clientes; somos la mercancía, y es algo que hemos aceptado sin rechistar porque, en el fondo, no tenemos ni idea de cómo funciona la historia. Nos han presentado un producto que nos hace sentir conectados con los demás (aunque nada más lejos de la realidad, y si no que se lo digan a la familia ficticia de The social dilemma), y que además nos mete un chute de dopamina en el cerebro cada vez que el móvil vibra con notificaciones.

Otro punto en el que coinciden todos los entrevistados del documental es que las compañías no tienen ningún interés en resolver el problema.

Es lógico: ¿por qué una empresa con ánimo de lucro cambiaría un modelo de negocio que claramente funciona? Es hora de que, como mínimo, nos empecemos a enterar de qué va la vaina. Como dice Tristan Harris, uno de los entrevistados en el documental, una herramienta es un objeto inanimado que descansa inactivo hasta que requerimos de su uso. Claramente no es el caso.

Las redes sociales no se van a ir a ningún sitio, así que, ¿qué podemos hacer? Tenemos dos opciones: aceptar que el mundo es así, y ponernos en manos de grandes empresarios para que nos manejen como ellos consideren necesario, o podemos reclamar cierto control sobre nuestras vidas. O dejamos de referirnos a las redes sociales como “una herramienta”, o hacemos un esfuerzo activo por convertirlas en una herramienta. Que descansen inactivas en el fondo de nuestros teléfonos hasta que sean necesarias.

 

Las imágenes seleccionadas para ilustrar este artículo han sido extraídas de Unplash.com.