¿Qué es el growth hacking? O, más bien, ¿qué son los growths hackers? Para aquellas personas que no están familiarizadas con el término, un growth hacker es fácil de confundir con un comercial o un publicista. Al fin y al cabo, los objetivos de unos y otros son parecidos en esencia: conseguir que el mayor número de personas posible se interese por un producto o una empresa. Sin embargo, las técnicas, la mentalidad detrás de dichas técnicas, y la filosofía en general detrás de estas dos profesiones son radicalmente distintas. De eso vamos a hablar en este artículo.
¿En qué se diferencia el growth hacking de otras técnicas tradicionales del marketing?
La demanda de growth hackers no hace sino aumentar por momentos, y no es una tendencia que vaya a desaparecer. Y es que el growth hacking es una disciplina que cada vez se convertirá en más necesaria para el mercado, conforme este transiciona hacia una dimensión online que deja atrás las prácticas offline.
Una evolución online de prácticas offline
Para entender la figura del growth hacker, hay que entender primero la del publicista (o comercial, o marketer, como queramos llamarlo). Las técnicas de expansión comercial existen desde que existe el capitalismo como lo conocemos hoy en día. A lo largo del siglo veinte desarrollamos una serie de estrategias de difusión y captación de clientes que funcionaron a todas luces. Acompañando a las circunstancias económicas y políticas y los cambios sociales, la publicidad se fue perfilando como un conjunto de estrategias y técnicas más o menos establecidas.
Tanto es así que, desde los años 60, enseñamos dichas técnicas en universidades y academias, preparando a profesionales que sepan analizar el producto, el entorno, y aplicarlas en consecuencia. El tema es que Internet ha cambiado tanto el juego que las reglas antiguas no valen, por mucho que existan pequeñas variaciones en las tendencias o en los recursos tecnológicos.
Durante décadas se han aplicado las antiguas estrategias publicitarias al mundo online. El problema es que son dimensiones diferentes, con dinámicas diferentes y un conjunto de reglas que no tienen nada que ver. Aquí es donde entra en juego la figura del growth hacker.
Una figura nueva que responde a necesidades antiguas: puntos en común y diferencias con el marketing tradicional
El término fue acuñado por primera vez en 2010 por Sean Ellis. Al ser una figura tan reciente, aún se está definiendo su significado completo y definitivo, si es que alguna vez llegamos a ese punto. Por ahora, podemos decir en términos sencillos que el growth hacking es la disciplina que busca, con la menor cantidad de recursos e inversión posible, maximizar el impacto y la presencia de un producto o de una empresa tanto como sea posible.
Lo que tienen en común el marketing tradicional y el growth hacking es que las dos disciplinas responden a la misma pregunta: “¿cómo puedo conseguir clientes para mi producto?”. En lo que difieren no es sólo en la respuesta, sino en la forma de hallar la respuesta. La principal diferencia con respecto al marketing tradicional reside más en el mindset que en la práctica (aunque la práctica también es totalmente distinta, la mentalidad tras ella es casi un opuesto).
Un growth hacker tiene una visión holística de un producto o de una empresa. La rama publicitaria no es un brazo independiente que se pueda desvincular de lo que estamos vendiendo. Al contrario: debe estar intrincada en las propias dinámicas de la empresa. El growth hacking entiende que, en el mundo digital, no se pueden aplicar técnicas del mundo analógico, y en lugar de intentar aplicar técnicas y recursos de la publicidad física a Internet, le da la vuelta a la tortilla. La línea de pensamiento no es: “¿cómo traslado las prácticas publicitarias a Internet?”, sino “¿cómo puedo usar los recursos que Internet ya me ofrece para inventar nuevas prácticas publicitarias?”.
El growth hacking es una profesión al alza que requiere ser experto de nada pero aprendiz de todo
Todos los expertos coinciden en que una de las características del growth hacking es el pensamiento lateral; pensar fuera de la caja, como dicen los ingleses. La característica más imprescindible es la curiosidad. Se requiere un conocimiento profundo del mundo digital, de la programación, la creación de contenidos y las tendencias. Se analizan métricas y datos, tanto a gran como a pequeña escala, implica jugar con los límites de lo que es posible, y una gran cantidad de ensayo y error.
Ya estamos viendo (y lo llevamos viendo mucho tiempo) que los resultados del growth hacking son mucho más rentables que los de la mercadotecnia tradicional. La viralidad de un producto o una marca, el alcance a gran escala o la exponencialidad rápida son conceptos que se manejan constantemente, y para cumplir los objetivos es necesario contar con alguien que sepa dónde estamos jugando. Este es el punto en el que una agencia digital desbanca a una de publicidad clásica. Es lógico: los growth hackers partimos de la cultura de Internet como base. Es como si el marketing de toda la vida estuviese haciendo turismo mientras que el growth hacking es nativo; el turista puede llegar a lugares interesantes, por supuesto, pero lo tendrá infinitamente más difícil a la hora de encontrar los sitios de la ciudad a los que merece la pena ir.
Las imágenes seleccionadas para ilustrar este artículo han sido extraídas de Unplash.com.