.TikTok y WeChat hacen portadas por motivos indeseables: Bienvenidos al “Splinternet”
En esta ocasión no hablamos de dificultades financieras, sino de geopolítica. Que Internet afecta a la política lo sabemos todos, pero lo contrario no es menos cierto: la política afecta a Internet.
Aunque parezca de Perogrullo, es una realidad de la que somos muchos menos conscientes de lo que deberíamos. Al fin y al cabo, Internet es contenido, y ese contenido está manejado en su inmensa mayoría por empresas.
Dichas empresas, aunque tengan una presencia exclusiva en nuestras pantallas, están vinculadas a países. Tienen detrás inversores, intereses (tanto políticos como económicos), recursos humanos y capitales puestos a su servicio.
Hace unas semanas ya os hablamos de las incertidumbres que enfrentaba Twitter: ninguna plataforma es inmune a lo que ocurre fuera de Internet, por muy popular que sea o por muy integrada que esté en nuestra sociedad y nuestras vidas.
Puede que la World Wide Web deje de ser worldwide. Este parece ser el último dolor de cabeza que nos ha regalado la tensa relación diplomática y comercial entre los Estados Unidos de Trump y el gobierno chino del general Xi: desde principios de verano venimos escuchando rumores de que Internet podría “partirse” en dos.
Hemos introducido un término nuevo en nuestro léxico informático: “Splinternet” (literalmente, “el Internet dividido” en inglés). Y, es que, según expertos en tecnología y comunicaciones de varios países, parece que vamos conduciendo el tren de la comunicación por la peligrosa ruta del fraccionamiento.
Más pronto que tarde, los ciudadanos de medio mundo podrían estar viendo un contenido en Internet radicalmente distinto al que ven los ciudadanos del otro medio. En el ojo de este huracán están las aplicaciones de redes sociales.
Primero hay que preguntarse: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
La risible historia del Splinternet en Estados Unidos
Para entender de forma profunda lo que se nos viene por delante, habría que remontarse a los mismos comienzos del Internet.
Como no tenemos tiempo ni espacio, nos vamos a tener que conformar con el boceto de una historia que tiene más de complicada y opaca que de otra cosa. Y ya cada uno que indague lo que considere apropiado.
Todo empezó cuando… Lo cierto es que es difícil decir con exactitud cuándo empezó todo este lío. En los comienzos de Internet, allá por los años 60, se concebía una suerte de utopía en la idea de una red de información global que permitiese el intercambio de información de forma libre y gratuita por todo el planeta.
Internet traería la democracia, la educación y la comunicación a todos los rincones perdidos de la Tierra. Pero la realidad (ahora y entonces) es que vivimos en un mundo complejo, en el que rara vez algo es utópico, y mucho menos libre y gratuito.
Seis décadas más tarde, la complejidad del mundo no ha hecho sino recrudecerse. Internet es una herramienta al alcance de los ciudadanos, sí, pero también de los gobiernos y las compañías. Y estas son, al fin y al cabo, los que cortan el bacalao.
Casi después de nacer Internet se empezó a sospechar que la idea de una red de información libre, gratuita y utópica se iba a quedar en eso; en una utopía. El cambio de paradigma con respecto a las ideas que teníamos de privacidad y seguridad que trajeron los eventos del 11S confirmó aquellas sospechas.
Donald Trump vs tiktokers adolescentes: la batalla final
Nos adelantamos casi dos décadas en la historia, y nos encontramos (quién lo habría predicho en el año 2001) con que Donald Trump ha sido elegido presidente de los Estados Unidos.
No es ninguna novedad que EEUU y China tienen unas relaciones ya de por sí complicadas y más bien tensas: al fin y al cabo son las dos mayores economías del mundo, viven bajo regímenes aparentemente contrapuestos y están capitaneadas respectivamente por dos hombres de temperamento cuestionable.
Trump ha mencionado a China varias veces al día (este video es una mezcla entre pesadilla y obra de arte) desde que asumiera la presidencia. Sus primeras medidas (y sus primeras promesas electorales) incluían nuevos tratados de comercio con el gigante asiático, a veces envueltos en amigables acuerdos y a veces en amenazas veladas.
Todo esto para decir que la tensión con respecto a Internet que se cuece ahora entre Trump y Xi Jinping no es un hecho aislado y no nos debe pillar por sorpresa: esto se viene cocinando a fuego lento.
1. BOK CENTER, TULSA, OKLAHOMA. INT/NOCHE.
Si tuviéramos que contar esta historia en una película, la primera escena sería en Oklahoma. El veinte de Junio de 2020 Trump da su primer mitin electoral después de la pandemia del coronavirus para un auditorio casi vacío.
Algo más de un millón de personas habían prometido presentarse al evento. Trump y su equipo lo han gritado a los cuatro vientos durante semanas: “¡Más de un millón de personas vendrán a ver al presidente a Oklahoma!”.
Se ha añadido un escenario adicional al aire libre para la gente que se quedase fuera, pues el auditorio del Banco de Oklahoma tan sólo tiene espacio para albergar a 19.000 almas.
Un despliegue de seguridad y personal da testimonio de las esperanzas de la campaña. Y, sin embargo, llega la hora del show, y allí hay cuatro gatos, como quien dice.
Según el equipo del presidente, asistieron cerca de 12.000 personas, cifra que contradice el Departamento de Bomberos de Oklahoma, que habla de 6.000 asistentes. ¿Quién sabe cuál de las dos fuentes dice la verdad? (Los bomberos. Los bomberos dicen la verdad).
Han contado las malas lenguas que el presidente sudaba la gota gorda antes de salir al escenario, anticipando el fiasco. La prensa y la oposición se estuvieron riendo con sorna durante semanas.
¿Qué tiene esta bizarrada de historia que ver con la fractura de Internet? Pues que, según una amplia variedad de fuentes, los responsables del fracaso en Oklahoma no fueron sólo la pandemia del coronavirus y el tornado del movimiento Black Lives Matter, sino los usuarios de TikTok.
Un vídeo con más de 700.000 reproducciones y “Me gusta” en TikTok explicaba el truco unas semanas antes: se instaba a los usuarios a reservar entradas para el evento, que era gratuito, para después no aparecer.
Los adolescentes del mundo se pusieron manos a la obra, y a todas luces hicieron un buen trabajo. Poco menos de un mes después, el gobierno de Trump anuncia estrictas medidas contra TikTok. ¿Coincidencia? No lo creo. ¿Venganza como única motivación? Tampoco.
Más allá del ridículo: el juego geopolítico
La explicación oficial detrás de dichas medidas es una de seguridad: TikTok es una aplicación que pertenece a la compañía china ByteDance.
Según el gobierno estadounidense, la compañía estaría filtrando ilegalmente los datos de sus más de 800 millones de usuarios al gobierno chino.
Esto es algo que, por supuesto, niegan rotundamente desde la empresa. Lo cierto es que expertos de todo el mundo coinciden en que la privacidad de los tiktokers es un asunto preocupante.
La Casa Blanca ha dado un ultimátum: si no aparece un comprador americano para la rama estadounidense de TikTok antes del 12 de noviembre, el gobierno prohibirá la aplicación en Estados Unidos.
Esta medida nos puede (y debe) parecer escandalosa, pero hay que ponerla en perspectiva. Primero, porque en noviembre hay elecciones en Estados Unidos y es posible que Trump pierda la presidencia.
Y, segundo, porque la medida tiene precedentes: India ya ha censurado la aplicación después de una disputa territorial con China en la que veinte soldados indios resultaron muertos. De hecho, en la propia China, TikTok existe en su propia burbuja bajo el nombre “Douyin”.
Si se cumple la amenaza de Trump, existirían tres ramas independientes de la aplicación: la de China, la de EEUU, y la del resto del mundo.
TikTok no es la única app en el punto de mira: WeChat también está en peligro.
La aplicación de mensajería instantánea WeChat es propiedad de la empresa Tencent Holdings Limited, también de origen chino. El pasado 6 de agosto, y para sorpresa general, la Casa Blanca publicó una orden ejecutiva que “aborda las amenazas de seguridad que supone WeChat”.
El argumentario es muy parecido al de TikTok: existe preocupación acerca de la seguridad de la información de los usuarios.
Si bien es cierto que en Europa occidental WeChat no es una app muy utilizada (ni siquiera muy conocida), es el medio de comunicación más utilizado por ciudadanos chinos, taiwaneses y coreanos, tanto residentes en el continente asiático como en la diáspora.
Además, WeChat no es sólo un servicio de mensajería: también se pueden hacer transacciones económicas, con una mecánica parecida a la de Bizum. Trump no miente cuando dice que las prácticas de WeChat con respecto a la privacidad son dudosas.
Sin embargo, la prohibición total de la aplicación (que entrará en vigor el 20 de septiembre en EEUU) supondrá una gran dificultad para los millones de inmigrantes chinos que utilizan la app como medio principal de comunicación con sus familias. Estas quedarán incomunicadas con el exterior de forma momentánea al no tener acceso a otro tipo de plataformas como Facebook o WhatsApp.
¿Por qué me tiene a mí que importar esto, si yo no uso TikTok ni WeChat?
Porque sienta un precedente peligroso en Occidente.
Es verdad que las compañías tecnológicas dejan mucho que desear a la hora de cumplir con los estándares de privacidad deseables. Pero la prohibición de TikTok y WeChat apunta directamente a las compañías chinas como el enemigo único de la libertad (cuando otras empresas occidentales como Facebook ponen en práctica estrategias igualmente cuestionables).
La retórica de la orden ejecutiva es muy clara. Dice:
«(…) WeChat captura automáticamente una gran cantidad de información de sus usuarios. Esta recopilación de datos amenaza con permitir el acceso del Partido Comunista Chino a la información personal y de propiedad de los estadounidenses. Además, la aplicación captura la información personal y de propiedad de los ciudadanos chinos que visitan los Estados Unidos, lo que permite al Partido Comunista Chino vigilar a los ciudadanos chinos que pueden estar disfrutando de los beneficios de una sociedad libre por primera vez en sus vidas. (…) Estados Unidos debe tomar medidas agresivas contra el propietario de WeChat para proteger nuestra seguridad nacional. También, según se informa, [WeChat] censura el contenido que el Partido Comunista de China considera políticamente delicado y también puede ser utilizado para campañas de desinformación que beneficien al Partido Comunista de China».
Países con regímenes opacos llevan décadas poniendo cortafuegos a Internet dentro de sus fronteras.
En China no es posible hacer una búsqueda de Google o abrirse una cuenta de Facebook. Rusia tiene restricciones de uso. Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Irán o Egipto impiden el acceso a un amplio abanico de páginas web y aplicaciones.
Es de estas zonas de las que hablamos cuando hablamos del “Splinternet”. Impedir el flujo de información y la comunicación a través de la web no es una práctica nueva ni mucho menos. Hasta ahora, eso sí, estaba relegada (o eso creíamos) a regímenes dictatoriales o que bordeaban lo dictatorial.
El prospecto de que Estados Unidos se una a este vagón de censura supondría una reacción en cadena para la que no estamos preparados. Represalias comerciales (o políticas) por parte del gobierno chino, y la alineación del resto de países, neutrales o aliados, con una y otra parte, que podrían afectar la forma en que utilizamos Internet en el resto del mundo.
Habrá que esperar a las elecciones de noviembre para conocer el final de este tira y afloja entre Estados Unidos y China.
Las imágenes seleccionadas para ilustrar este artículo han sido extraídas de Unplash.com.